lunes, 4 de mayo de 2015

NATÁLIA CORREIA




            La literatura portuguesa de las últimas décadas ha puesto de manifiesto la importancia de la aportación de las mujeres a la cultura. Si algunas de esas escritoras han visto su nombre brillar más allá de las fronteras de su país, como es el caso de Sophia de Mello Breyner, ganadora del Premio Reina Sofía de Poesía 2003, otras no han tenido la misma proyección internacional, lo que no resta valor a su creación poética. Entre estos casos encontramos la figura de Natália Correia (1923-1993), una de las más brillantes y polémicas del panorama cultural portugués.
Natália Correia nació en Azores, en la isla de San Miguel, en 1923, y aunque haya vivido en Lisboa a partir de los once años, la insularidad marcará decisivamente su carácter y, como no, su literatura. Mujer de gran belleza y personalidad muy singular e independiente, destacó no solo como escritora: fue periodista y directora de un periódico, editora y diputada a la Asamblea de la República por el Partido Social Demócrata. En su bar “Botequim”, que abrió en 1971 con Isabel Marenha y Helena Roseta, se reunieron los nombres más importantes de la vida intelectual y política de Portugal. En estas tertulias, y en su actividad política, se distinguió por su talento oratorio. En su actividad editorial, fue la responsable por la polémica edición de  Novas Cartas Portuguesas (1972), de Maria Isabel Barreno, Maria Velho da Costa y Maria Teresa Horta, en la editorial Estúdios Cor, de la que era directora literaria. Fue procesada por la responsabilidad de esta publicación, pero ya antes (1966) había sido condenada a tres años de cárcel con pena suspensa por la publicación de su Antologia Portuguesa de Poesía Erótica e Satírica.
Su actitud combativa no solo se manifiesta en su escritura, sino también en su actividad editorial y de intervención política durante el período de la dictadura, y como diputada en los años 1980-1991.
Como escritora, cultivó todos los géneros; escribió poesía, novelas, cuentos (su creación literaria empezó con cuentos infantiles), teatro, ensayo (literario, político, social, etc.), argumentos para cine y televisión. Mujer polémica de espíritu libre, defensora del iberismo —en la línea de Antero de Quental, que era uno de sus modelos—, de la pluralidad y en contra de la homogeneidad de pensamiento (que consideraba como una enfermedad), Natália Correia desarrolló una poesía muy diversa, que va desde el lirismo amoroso, a veces influido por la lírica medieval galaico-portuguesa, hasta la sátira virulenta y corrosiva, a la manera del Barroco, para la cual las sesiones de la Asamblea de la República, a las que asistía como diputada, y la vida política portuguesa le dieron material bastante extenso, escribiendo incluso en contra de la mediocridad de gente de su propio partido. Como dramaturga, recoge las tradiciones vicentinas y de la tragedia clásica, que utiliza para cuestionar los mitos y comportamientos instalados en la sociedad portuguesa de la época. Como traductora, destacan las traducciones de autores como Esquilo, Eurípides y Lope de Vega.
Natália Correia se distinguió también como defensora de una forma muy especial de feminismo, apartada del concepto tradicional del movimiento y que se podría definir más bien por “feminidad portuguesa” o matricismo, que identifica la mujer como matriz primordial y arquetipo de la libertad erótica y pasional. Al concepto de Patria añade el de Matria; Matria era también el nombre de un programa de televisión en el que defendía ese particular feminismo.
Su libro Sonetos Românticos fue reconocido con el Gran Premio de Poesía de la Asociación Portuguesa de Escritores, en 1990; fue también ganadora del Premio La Fleur de Laure, del Centre Internacional d’Études sur Petrarque, en 1977.
Natália Correia murió en Lisboa, en 1993. Su vasta producción poética fue reunida en dos volúmenes, en 1993, aún en vida de la autora, bajo el título O sol nas noites e o luar nos dias. Os presentamos algunos textos de Natália Correia y la interpretación de su poema "Queja de las almas jóvenes censuradas" por el cantautor portugués José Mário Branco.

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Queja de las almas jóvenes censuradas

Nos dan un lirio y una navaja
Y un alma para ir a la escuela
Y un letrero que promete
Raíces, tallos y corola.

Nos dan un mapa imaginario
Que tiene la forma de una ciudad
Y un reloj y un calendario
En los que no consta nuestra edad.

Nos dan el honor de maniquí
Para dar cuerda a nuestra ausencia.
Nos dan el premio de ser así
Sin pecado y sin inocencia.

Nos dan un barco y un sombrero
Para hacernos un retrato.
Nos dan entradas para el cielo
En escena en un teatro.

Nos peinan los cráneos yermos
Con las pelucas de los abuelos
Para que jamás nos parezcamos
A nosotros cuando estamos solos.

Nos dan un pastel que es la historia
De nuestra historia sin enredo
Y no nos suena en la memoria
Otra palabra para el miedo.

Tenemos fantasmas tan educados
Que nos dormimos en su hombro
Sueños vacíos, despoblados
De personajes del asombro.

Nos dan la tapa del evangelio
Y un paquete de tabaco.
Nos dan un peine y un espejo
Para peinar a un macaco.

Nos dan un clavel en la cabeza
Y una rosa en la cintura
Para que el cuerpo no parezca
La forma del alma que lo busca.

Nos dan un ataúd hecho de hierro
Con embutidos de diamante
Para organizar ya el entierro
De nuestro cuerpo más adelante.

Nos dan un nombre y un periódico
Un avión y un violín.
Pero no nos dan el animal
Que clava los cuernos en el destino.

Nos dan marineros de cartón
Con sello en el pasaporte.
Por eso nuestra dimensión
No es la vida. Ni es la muerte.

                                                            Poesia completa.


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AUTORETRATO

Espaldas blancas palpitantes:
alas en el exilio de un cuerpo.
Los brazos carriles centellantes
para el convoy del alma.
Y los ojos emigrantes
en el navío del párpado
encallado en renuncia o cobardía.
A veces hembra. A veces monja.
Según la noche. Según el día.
Molusco. Esponja
embebida en un filtro de magia.
Araña de oro
presa en la tela de sus ardides. 
Y a sus pies un corazón de loza
roto en juegos infantiles. 

                                                     Poesia Completa


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Queixa das almas
jovens censuradas

Dão-nos um lírio e um canivete
E uma alma para ir à escola
E um letreiro que promete
Raízes, hastes e corola.

Dão-nos um mapa imaginário
Que tem a forma duma cidade
Mais um relógio e um calendário
Onde não vem a nossa idade.

Dão-nos a honra de manequim
Para dar corda à nossa ausência.
Dão-nos o prémio de ser assim
Sem pecado e sem inocência.

Dão-nos um barco e um chapéu
Para tirarmos o retrato.
Dão-nos bilhetes para o céu
Levado à cena num teatro.

Penteiam-nos os crânios ermos
Com as cabeleiras dos avós
Para jamais nos parecermos
Connosco quando estamos sós.

Dão-nos um bolo que é a história
Da nossa história sem enredo
E não nos soa na memória
Outra palavra para o medo.

Temos fantasmas tão educados
Que adormecemos no seu ombro
Sonos vazios, despovoados
De personagens do assombro.

Dão-nos a capa do evangelho
E um pacote de tabaco.
Dão-nos um pente e um espelho
Para pentearmos um macaco.

Dão-nos um cravo preso à cabeça
E uma cabeça presa à cintura
Para que o corpo não pareça
A forma da alma que o procura.

Dão-nos um esquife feito de ferro
Com embutidos de diamante
Para organizar já o enterro
Do nosso corpo mais adiante.

Dão-nos um nome e um jornal,
Um avião e um violino.
Mas não nos dão o animal
Que espeta os cornos no destino.

Dão-nos marujos de papelão
Com carimbo no passaporte.
Por isso a nossa dimensão
Não é a vida. Nem é a morte.



                                              En Poesia Completa.

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AUTO-RETRATO

Espáduas brancas palpitantes:
asas no exílio dum corpo.
Os braços calhas cintilantes
para o comboio da alma.
E os olhos emigrantes
no navio da pálpebra
encalhado em renúncia ou cobardia.
Por vezes fêmea. Por vezes monja.
Conforme a noite. Conforme o dia.
Molusco. Esponja
embebida num filtro de magia.
Aranha de ouro
presa na teia dos seus ardis.
E aos pés um coração de louça
quebrado em jogos infantis. 

                                            En Poesia Completa.